lunes, 17 de mayo de 2010

Abusos y muertes en la memoria histórica



Crítica de teatro por Miguel Angel Barba

Lugar: Teatro Cánovas, sábado 8 de mayo de 2010
Obra: NN12 de Gracia Morales
Compañía: Remiendo Teatro
Elenco: Carolina Bustamante, Jorge Molina, Homero Rodríguez y Cristina Rojas
Asesor actoral: Piñaki Gómez

Espacio Escénico: Carlos Monzón
Realización de vestuario: Araceli Morales
Iluminación: Fernando M. Vidal
Espacio sonoro: Juan García Chelo - Rodrigo Díaz Arreglo Lili Marlene - Juan García y Juan Pablo Theaux

Fotografía: Francisco León
Ayudante dirección: Gracia Morales
Dirección: Juan Alberto Salvatierra

Desde hace unos años andamos sumidos en convulsos episodios relacionados con nuestra memoria histórica, nuestro abyecto y olvidadizo pasado. Vecinos que luchan, unos por poder encontrar y desenterrar a sus muertos, víctimas de una dictadura salvajemente asesina, identificarlos y darles sepultura, acorde a la cultura ancestral de funerales y culto a los cuerpos sin vida de nuestros allegados y familiares. Otros vecinos, en cambio, luchan porque nada de esto se haga.

Por correr estúpidos velos de cataratas ópticas y aquí no pasó nada o, lo que pasó, forma parte ya de un pretérito perfecto de subjetividad. Entre medias, discurren aquellos que no juegan esta partida, parece que aquí no ocurrió nada, allí tampoco, en ningún lugar, a ninguna persona. Y ésto es lo más triste ¿cuantas veces y en cuantos lugares ha ocurrido lo mismo?: en la guerra de la extinta Yugoslavia, en la Alemania nazi, en la disuelta Unión Soviética, en Argentina, Chile, Perú, Uruguay, en la España de Franco, “en la que el que no roba es porque está manco” que se decía antiguamente...

Da igual, la perversión y el sadismo humano no tienen fronteras. La concatenación de diferentes maldades en diferentes lugares del orbe ha dado como resultado un panegírico de silencios, de inopia, de mirar hacia otro lado, cuando no de apoyos directos, que han creado una nueva subespecie humana, transmisora de los genes de la aberración y el crimen, derramando dolor y sufrimiento al resto desde épocas inmemoriales. Esta subespecie está aquí, convive con nosotros, puede ser tu compañero de trabajo, ese taciturno pensionista del hogar del jubilado o tu abuelo el gracioso...

Los abusos de los regímenes autoritarios, sólo durante el siglo XX, provocaron la muerte de más de 115 millones de personas en todo el mundo.

En medio de este orden de cosas, aparece NN12. La historia de esta obra comienza en un vuelo Roma-Madrid en diciembre de 2007. Gracia Morales, filóloga y dramaturga, cofundadora de Remiendo Teatro, durante ese vuelo, leyó en el suplemento dominical de El País un reportaje: “La voz de los huesos”, que abordaba el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense.

A partir de aquí, la labor de creación de la autora -que contó con la inestimable colaboración de José Antonio Lorente, director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada-  desarrolla una dramaturgia desubicada geográficamente pero que nos evoca multitud de lugares y épocas conocidas. Posteriormente un “proceso intenso y exigente, que duró diez meses”, ubica la acción en un laboratorio forense. Un esqueleto yace sobre una mesa de autopsias. Un personaje incorpóreo, intangible, a quien le cuesta reconorse en ese montón de huesos.  


Carolina Bustamante, mueve un personaje al que nadie ve ni siente, pero al que en más de una ocasión alguien intuye. Una doctora forense encargada del estudio del cuerpo para su identificación, Cristina Rojas, comienza su fría tarea de manera automática y maquinal y acaba implicándose personalmente, como no podía ser de otro modo. Un hijo que busca a su madre desconocida, Homero Rodríguez, actor al que se le veía un poco rígido en los primeros escarceos interpretativos y que continuó  agarrotado y austero a lo largo de toda la obra, inexplicablemente. En un plano paralelo, la habitación del torturador, Ernesto, reconvertido en honrado pensionista, padre de familia, que hizo lo que hizo porque “el país lo necesitaba y acataba órdenes”. Un Jorge Molina excelente da credibilidad a un, por momentos difícil personaje, con una compleja tarea de transmisión de su espinosa personalidad. Aquel que le robó su nombre a la inmaterial NN12, para renombrarla como Marleen, como la Lili imperecedera e inmortal, lo cual da juego para incluir la famosa y sempiterna canción que eternizara la cantante Marlene Dietrich, y de paso crear evocaciones inevitables a la película "Portero de Noche" y al genocidio nazi.Una buena puesta en escena y un buen decorado, acompañados de una correcta luminotecnia redondean la obra.


Escuela de espectadores

Como pudimos comprobar, quienes nos quedamos tras la representación en la acertada iniciativa del Teatro Cánovas del programa Escuela de Espectadores a lo largo de la charla-coloquio con los actores, la dramaturga Gracia Morales y el director Juan Alberto Salvatierra fueron constantes en las alusiones a los diferentes lugares, “reinos del horror y del olvido”, donde se han registrado y se registran estas atrocidades.

Se contó con la presencia de Antonio Navajas, subdirector gerente para la coordinación de las Artes Escénicas y Musicales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y ex-director del Teatro Cánovas, a quien personalmente tengo que agradecerle que me contara como uno más de los históricos del teatro en Málaga, si bien tendría que puntualizar que soy una persona que ha estado alrededor de o con los históricos del teatro de Málaga; pero realmente no puedo contarme como uno de ellos. En esta charla-coloquio pudimos asistir a una serie de preguntas y comentarios sobre la obra muy interesantes. Por ejemplo una espectadora planteó que “los tiempos estaban muy bien conjugados, de una manera natural, a lo largo de la obra”. Otro espectador habló de su experiencia personal en la tragedia de las desapariciones, es latinoamérica.


Hubo interrogantes interesantes que produjeron anécdotas como que el director, Juan Alberto Salvatierra, contestara a preguntas que le hacían a los actores o actrices, en un ejemplo más de los típicos yo, yo y yo de los egos no satisfechos de nuestro panorama artístico. También hubo apoyo y reconocimiento a la obra y al trabajo desarrollado, sin dogmatismos, sin sentimentalismos banales y sin forzamientos de escenas que no vienen a cuento en pro de una lágrima fácil.

En resumen una buena noche de teatro para no olvidar, para no postergar, ignorar o desatender las muertes, las torturas o las violaciones y mucho menos arrinconarlas en los cajones legalistas funcionariales, presas de la arteriosclerosis burocrática que nos atenaza y que impide que las verdades y las vergüenzas salgan a la luz.

1 comentario:

  1. y los dioses crearon el teatro. Nos pensamos y nos interpretamos en un intento de dar forma a ese Ego. Ego, que ni siquiera es nuestro.

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