jueves, 11 de febrero de 2010

Pasión brutal. Toro y torero de Eric Fischl


 ERIC FISCHL

Primera Tauromaquia del pintor

29 de enero al 4 de abril de 2010 en el Centro de Arte Contemporáneo 

Acuarela, 76,2 x 58,42 cm




Crítica de Arte
José Manuel López Gaona


Los toros me provocan una pasión contradictoria: no me gusta que me gusten. La frase no es mía, es de Cipri, veterinario con una gran sensibilidad hacia los animales.


ERIC FISCHL nos propone “una experiencia complicada para la que se hace necesaria la mayor de las sutilezas”; o sea, los toros. 


La exposición del CAC (Centro de Arte Contemporáneo) nos presenta unos cuantos cuadros donde la contradicción se hace patente: en sus grandes acuarelas se manifiesta la tremenda fuerza de un toro y la de un hombre que puede vencer su miedo y ponerse delante de él. Y también parece que puede recrear el color del albero, el de las piedras vetustas de la plaza de Ronda y el negro atávico del toro .


La complejidad de la experiencia que nos propone Eric Fischl es la de sentir la fuerza del toro –yo la puedo sentir- en su extraordinaria belleza, a la vez que nos retrata la humillación de la bestia ante el torero. Veo fuerza y veo la bajeza humana que supone hacer sufrir hasta tal grado a un animal, para mi casi sagrado. Y ambos polos, pasión y la miseria moral de aplaudir ese espectáculo, la manifiesta de la manera mas clara el pintor norteamericano. Con pocos trazos nos manifiesta unos volúmenes en sus cuadros que nos acerca a la potente imagen de un animal bravo. Le da una profundidad que quizás  se pueda apreciar conforme tomamos ángulos más lejanos, para poder, así, apreciar sus acuarelas. 

Con un color nos centra en la figura del toro y torero hasta mostrarnos qué relación hay entre ellos. Uno mata al otro; el torero se transforma en vencedor y desplanta con la gloria de la victoria, la de su valor sobre el bravo animal. 


Parece increíble que con tan pocos trazos FISCHL nos pueda presentar tan clara y directamente una escena de toros y que esa escena sugiera tantas cosas: la fuerza, con los volúmenes oscuros; la lidia, la lucha, con los colores del torero; y la pasión, con el conjunto de todo ello. La composición desecha cualquier elemento accesorio que nos pueda sustraer la atención de lo que ocurre en el cuadro y con ello nos centra en lo que es la esencia de la Fiesta Nacional: pasión brutal. Pero aunque brutal… pasión al fin y al cabo.

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