sábado, 27 de febrero de 2010

MUestra de DAnza de Andalucia. Dia TRES.



Reportaje Gráfico / Javier Braojos


Lugares: Sala Falla, Teatro del Auditorio, Sala Gades y Teatro Cánovas, jueves 25 de febrero.
Lo mejor: "(espérame despierto)" de Mopa Producciones.
Lo peor: Que a causa del mal tiempo, el espectáculo "Pala-Pala" de R.E.A. Danza tuviera que suspenderse.



Tresolé con "Por los pies", trata de presentar la vitalidad del folclore y del baile español; aunque con factura de trabajo de fin de carrera que no pueden esconder pese a algunos elementos que podrían ser novedosos, como el pandero gigante que hace de suelo en ocasiones y que desplazan por la escena, cosa que no hace más que abundar en una pérdida de ritmo que lastra el espectáculo.

Es una propuesta popular pero con cierto toque rancio. Algunos detalles, como los guiños contemporáneos vertidos sobre la imagen del cenachero, no evitan su trasnoche. En el mejor de los casos nos encontramos ante un vodevil demasiado castizo, que se recrea mucho en lo bonito que es bailar. Con todo, Manuel Roldán tiene cierta gracia y vis cómica y lo mejor de la obra es un deje a zarzuela flamenca.


Los granadinos Vaivén Circo-Danza presentaron "Cayuco", serie de peripecias sobre el tránsito viajero interpretado por seis actores que abogan por el viaje como manera de airear el alma. La música está muy presente; dos de los actores tocan ora el bajo, ora la batería, los teclados, percusiones, flauta, etc...

El juego escénico tiene como principal elemento unos módulos de madera con los que van haciendo diferentes construcciones. La comicidad certera que utilizan se ve empañada en ocasiones por los guiños fáciles, pero entre bromas, acrobacias, pantomima, teatro gestual y bailoteos sencillos atrapan al espectador. Eso sí, como en otros espectáculos en este también hay poca danza y la que hay es muy recreativa, orientada hacia el humor y la estética.

La escena más hilarante es la de la profesora de ballet y los tres personajes masculinos vestidos de blanco en camisetas de tirantes y canzoncillos; bien reforzada la situación por la música en plan cine mudo y tocada a tres manos. Aún así, la comicidad se va perdiendo, pues se hace obvia y previsible la torpeza de los chicos. La torre de tres que se deshace con una caída en voltereta es lo mejor de la escena. Se agradece el efectismo del circo y la vitalidad de los actuantes.

Los malabares son originales y están bien ejecutados, las acrobacias son novedosas también y existe un gusto estético que impregna el escenario de imágenes bellas. La cuestión es si el humor está bien dosificado o peca de insistente en algunos tramos del espectáculo. Debido a ésto las piruetas y la propia música se hacen repetitivas. Y, como apuntaba más arriba, alguien podría preguntarse por la danza o incluso afirmar: ésto no es danza, igual que se dijo de otros espectáculos de la presente MUDA sin demasiados titubeos.


Mopa Producciones ofreció "(espérame despierto)", el mejor espectáculo de la última jornada de la MUDA. Plafones lumínicos en un lateral, una chica con un violín, un bailarín que saca grandes cubiertos de una caja, sopla, los tira al piso... Evoluciones que nacen de un imaginario particular venido de un proceso interior que desgranaban sin imposturas, a través de la delicadeza de una danza comprometida.

Ella toca el violín, él la cambia de posición espacial y le hace perder el plano, incluso la pone bocabajo, hasta que no puede seguir tocando porque el violín que queda en el suelo no da recorrido al arco. La traslada a otro lugar, deja el arco, se oye la respiración, los pasos, el roce de un cuerpo con el otro... ella de pié encima de él, manipula sus movimientos y camina con él debajo de sus plantas... recoge los cubiertos con una letanía ininteligible, los saca todos y los dispone alrededor de él que está tumbado en el suelo... concertina de la que solo suena el aire del fuelle, él trata de levantarse, lo impulsa el aire... abrazo de la concertina que ahora sí suena, él quiere salir y no puede, el amor lo atrapa, él con una mano y ella con la otra mano tocan la concertina y con las manos libres de cada uno danzan y describen figuras armónicas, enlazados...
La iluminación es original, sencilla y contundente, los contrastes sugeridos dan una calidez fotográfica a las imágenes, pronunciando volúmenes en blanco y negro. Es un gran placer verlos moverse. Eloisa Cantón y Juan Luis Matilla realizan una gran propuesta; el lenguaje que utilizan es directo y tocan al espectador con sus interpretaciones, sus disonancias, sus armonías rotas, sus silencios, sus abrazos. Y todo tintado de ironía, de humor inteligente.

Construyen un universo propio, algo que gusta ser mirado, sin morbo. Más bien, sugieren una mirada sincera, fascinada, envuelta en la magia de ver una relación en su esquema más íntimo, más profundo, soslayando las situaciones comunes y los tópicos con la elegancia de la sinceridad. Es una historia de amor en la que el dolor, la espera, la alegría y la erosión cotidiana son tratados con la misma dignidad, como parte de un todo.

Por todo ello es un trabajo rico, sugerente, que nos maravilla, hablan con realidad pero sin aturdir. Dado que la sensación que uno tiene como espectador es la de asistir a una experiencia vivida por ellos, compartida además por nuestra propia experiencia. Convertidos en observadores del mundo interno que nos presentan, nos invade de forma silente una atmósfera de misterio y de vértigo de lo conocido desconocido. En definitiva la mejor creación de la MUDA 2010. Y cómo no, de la mano de la mejor danza contemporánea.


Teatro del velador con "Hildegard" compuso un escenario monumentalista donde lo más sugerente fue la mirada del observador sentado (Mostapha Bahja) en una silla, micrófono en mano, detrás del músico-narrador oficial del rito planteado. Un rito que es una especie de exhorcización obsesiva, presidida por la imagen de una imagen de la Virgen en un rincón y de una madre desaparecida desdoblada en los variopintos personajes que pueblan el escenario. 
El nivel de la danza ejecutada no es muy alto, aunque hemos de resaltar el trabajo de Carla de la Fe y el de Juan José Macías que ejecutan con dignidad los movimientos de sus personajes; brillantes en algunos momentos y libres de la actitud maquilladora del resto.

El violinista habla y se seca el sudor constantemente, empeñado en la búsqueda de su madre. El observador tiene un micrófono y acompaña con su voz y percusivamente. Múltiples disciplinas y elementos se entrecruzan, teatro de coros, universo lorquiano, algún toque oriental, cabaret, cierto apunte Tom Waits, roces estéticos a lo Pina Bausch, Kantor en el observador, etc... Claro que la propuesta resulta cansina de tanto ardor edípico, de querer ser excesiva y de lo bien que se hablan idiomas.

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