miércoles, 10 de febrero de 2010

metrópolis




Crítica de teatro / José Antonio Triguero

XXVII Festival de Teatro de Málaga
Fotos de Daniél Pérez TC



XVII Festival de Teatro de Málaga.
Lugar: Teatro Cervantes, 7 de febrero.
Obra: Metrópolis de Fritz Lang.
Compañía: Teatro Che y Moche.
Actores: Carlos Alcolea, Alfonso Pablo, Jesús Llanos, Ingrid Magriñá, Raquel Anadón, Antonio Muñoz, Marian Pueo y la Compañía de Danza Sybaa, en total dieciséis.
Música: Víctor Rebullida.
Adaptación, puesta en escena y dirección: Joaquín Murillo.


La verdad es que poco o mucho hay que decir de esta adaptación cinematográfica. En realidad baste apuntar que si tienes la oportunidad de ir a verla, no lo dudes. Está construida con una honestidad palpable y luce extrema naturaleza escénica a pesar de ser fiel a la película. Cosa difícil en tiempos donde hacer obras basadas en celuloide cumple más que nada una función crematística, a falta de un verdadero arraigo de la creación teatral dominada por productoras.

Y esto es lo que nos encontramos en la apuesta de Che y Moche, mucha creatividad, mucha carne en el asador, mucha cocina dramatúrgica. Algo propio de quien ama al teatro y no abraza la convención de imitar o adaptar sin implicación de vísceras, una obra cinematográfica como Metrópolis. Está claro que si el referente ha de ser el cine, este es el camino para rescatar al teatro de esta especie de estupefacción en la que se encuentra actualmente. El éxito de esta obra se debe la innovación y a la mediación de elementos dramáticos que dejan volar el sentido del riesgo y de lo contemporáneo.


Esta propuesta sitúa el teatro español más allá de nuestras fronteras y esgrime, desde las tablas, el argumento de que las compañías necesitan medios, los artistas necesitan medios para salir de la comedia de tresillo. Son dieciséis actores y bailarines para crear arte; acostumbrados como estamos a obras de tres, dos o un personaje, verlos en escena dialogar con la excepcional iluminación, con la danza, con el teatro gestual, con el espacio sonoro y la música, es una delicia y una liberación.

El diseño del espacio escénico está imbricado en la acción, nada es superfluo, nada es decorativo. Sin texto, con letreros proyectados en una pantalla transparente. Ya Alfred Jarry utilizó los letreros en teatro para avivar la imaginación del espectador, esa imaginación que con el cine mudo había que utilizar y que muchos de los escritores de palabras para la escena han mutilado con el tiempo.



Imaginación y emoción son las armas que han utilizado. Así y a pesar de la pantalla colocada delante del transcurrir de los actores, atraviesan la cuarta pared y llegan a los espectadores con intención nítida. Ojalá tomen nota nuestros gestores culturales y atiendan más a los creadores, aquéllos que no se sientan en una oficina a esperar que les llamen sino que son animales de la escena. Pregúntense cuánto tiempo han invertido este colectivo en crear y ensayar esta pieza y darán con algunas claves. El teatro no es como el cine, cuanto más preparación mejor sale. Evidentemente hay excepciones pero eso no es óbice.


1 comentario:

  1. Que maravilla, la gente aragonesa repartida por ahí haciendo una labor profesional de esta calidad artística. Estamos orgullosos. Enhorabuena a todos.

    Emilia

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