domingo, 7 de febrero de 2010

El sentido del teatro


Crítica de teatro / José Antonio Triguero
Fotos: Braojos
XXVII Festival de Teatro de Málaga






Lugar: Teatro Echegaray, viernes 5 de febrero de 2010
Obra: The Society
Compañía: Jo Strømgren’s Kompani
Actores: Stian Isaksen, Trond Fausa Aurvåg y Hallvard Holmen
Coreografía, escenografía y dirección: Jo Strømgren


"The society" es una obra de puro alarde teatral; en clave de clown postmoderno, propone un juego actoral que inicia discursos que se interrumpen para formar otros que se vuelven a disparar en retales temáticos que conforman una especie de paradoja discursiva. Durante una hora los bailes heteróclitos, un lenguaje truncado por ironías fonéticas y la intensidad interpretativa de sus tres actores derivan hacia lo bufonesco, lo contemporáneo o lo trágico en un sarao que admite la contradicción, la polivalencia y la doma de cualquier indicio de posicionamiento; cosa que sugiere tal vez que los antagonistas juegan al mismo juego y que tomarse en serio tanta diatriba moral y política no es más que caer en la trampa del sistema.


Lo más brillante de esta propuesta es la posibilidad de hacer innumerables lecturas sobre lo que están contando. Manejan el humor con precisión, la crítica la unen a un cierto concepto del sinsentido escénico y la sátira gira hacia el simple juego de los payasos de circo apoyados por un trabajo gestual demoledor y una danza "sui géneris" que pone la guinda a un pastel de indicios y ninguna certeza.






En el reino del café, una sola taza de té puede inculcar la persecución o la infiltración. La diferencia provoca el conflicto, pero hay que tener en cuenta que si se cambia el punto de vista puedes convertirte en víctima o en espía, en delator o en doble agente, según se mire. La ortodoxia puede decantarse hacia el abrazo pasivo de los valores del enemigo y la traición te puede convertir en héroe o villano. Se puede estar dentro estando fuera o al revés o al revés; y hasta puedes recibir un disparo de los que tú has defendido.


Los poetas hace tiempo que abandonaron el teatro y con ellos, se marchó el pensamiento asociativo. Los ensayistas y los doctos profesores ocuparon el lugar del poeta. Por eso es impensable ver una obra de teatro sin preguntarse qué me quieren decir. En artes plásticas aún hay zonas donde se puede disfrutar de la contemplación de un color, sin más. Existen cátedras de estética donde al alumno se le enseña a disfrutar de una obra al margen de prejuicios aprendidos. ¿Qué sentido tiene un amanecer en sí mismo? ¿O una tormenta? ¿Se puede contemplar el arte o el teatro de igual manera?






Jo Strømgren’s Kompani ha resuelto el tema de la dictadura del autor sobre los escenarios de una manera sencilla: convierte el texto en un juego de palabras sin sentido. Liberados de la atadura textual, presenciamos un espectáculo donde la profusión fonética es un elemento endiablado que confunde nuestra necesidad de saber qué me están diciendo.






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