domingo, 21 de febrero de 2010

Atronador Vandekeybus

Crítica de danza / José Antonio Triguero

Lugar: Sala Gades, Martes 16 de febrero de 2010.


Obra:"NieuwZwart
Dirección, coreografía, escenografía: Wim Vandekeybus

Música original:
Coautores e intérpretes: Tanja Marín Friðjónsdóttir, Dawid Lorenc, Bénédicte Mottart
Olivier Mathieu, Máté  Mészáros, Ulrike Reinbott e Imre Vass, Kylie Walters.
Músicos (en directo): Mauro Pawlowski, Elko Blijweert, Jeroen Stevens.

Texto: Peter Verhelst.
Dramaturgo y ayudante artístico: Greet Van Poeck.



La compañía de Win Vandekeybus presentó en Málaga el espectáculo "NieuwZwart", "Nuevo negro". La otra cara de la luna, el insconsciente como la otra parte, la oscuridad. Es un buen espectáculo. Cosa que es fácil decir sobre lo que produce la factoría del creador ingente que es el coreógrafo belga. El nivel técnico de la danza es enorme, tanto que asusta; el impacto visual de la escenografía corrobora la exigencia artística a la que nos enfrentamos. La música es electrizante y la atmósfera es poética y abrasiva.


Sin embargo, de tanto conmutar los resortes que hacen disparar los sentidos de los espectadores acaban aturdiendo y la estridencia de la propuesta deshace el imán violento y acaba por engullirnos en una espiral de falsos finales, lugares comunes, redundancias y guiños ilustrativos. Tanto atosigamiento desmorona el grito bien urdido de esta sinfonía de las razones ocultas, de las bestias inconfesables que conviven sujetas a normas dentro de nosotros mismos. Queda la sensación de que parte de la poesía del texto se ha convertido en el escenario en artillería pesada de ingeniería espectacular; los golpes de efecto se suceden poniendo ruido en el desarrollo metafórico.


El dolor del nacimiento, dolor de vida, contorsiones del hipotálamo, posesión, posesiones, humor cruel como cuando ejecutan pasos semi-floclóricos en una especie de lucha que me recordó no sé por qué azar alguna escena de Los Tarantos.

Demonios pequeños, demonios grandes, gigantes. La personalidad. El lugar donde uno ha nacido, la posición social, el poder, la lucha por el poder, la idea de que siempre hay alguien con más poder que tú y que esa escalada nunca termina. El envenenamiento, las drogas, los subterfugios para poder seguir respirando.

Y una narradora que baila el texto con su interpretación pero cuyos movimientos dejan siempre una sensación de poder ir a más. Constante frustración que no sé si, en la versión original en la que el actor Gavin Webber -que aunque aparecía en el programa no estaba- era el bardo de los textos de Peter Verhelst, acontecía todo del mismo modo.

El espacio escénico diseñado por Vandekeybus a base de papel de oro en universos macros y micros para dar paso lugares síquicos inspirados en la propia naturaleza, es lo mejor de la propuesta. El papel es demonio y escalera, fruición y miedo, amo y esclavo, lo inunda todo, cubre y descubre los cuerpos danzantes a placer y forma parte de la escena como un elemento vivo y desencadenante.

La música es imponente, batería, acústica, bajo y guitarra eléctrica, pero pierde en estridencias y un continuo efectismo, especie de truco para impresionar; los momentos sin música en los que se oye la respiración y los movimientos de los bailarines es mucho más espeluznante.

Abusos, acciones inconfesables, inmoralidad, cierto tufo a lo irrespirable de "Dogville" la película del año 2003 que dirigiera Lars von Trier y protagonizara Nicole Kidman. Todos tenemos un escondite para la locura, la infamia, el deseo de liberar a nuestro propio príncipe de la noche, el sueño de ser los amos, de ser la pesadilla de otro. Los instintos más bajos vampirizan la danza en una progresión incansable. El hedor asesino de nuestro interior busca la belleza en la destrucción, el desamparo, la falta de esperanza... Y la encuentra aliada a la decrepitud de la vida en las heridas del espíritu, en el espanto social...

El trabajo grupal es inconmensurable, las acciones encadenadas, las coreografías compulsivas, la pulsión vital de cada bailarín y la mezcla titánica de los pasos bailados, rotos e inmersos en una urgencia inmediata, severa e incapaz de dar tregua, de dar un respiro al tiempo... los intérpretes conforman una brutal escapada, todos quieren huir de sí mismos, pero no hay salida; como el gas de una lata de una bebida refrescante que se agitara sin encontrar ningún sitio para fugarse. Hasta la explosión, las explosiones.

Hay un cierto aspecto de circo oscuro, desvencijado y de película de terror, el podium es como un firmamento negro oscilante y amenazante donde están los músicos. Momentos para la galería: un bailarín sale despedido del escenario hacia el patio de butacas simulando que va a impactar contra un espectador en su butaca y luego otro se ríe a carcajadas de él señalándolo con el dedo.

De los momentos más brillantes podemos destacar el momento en el que se ve el proceso de formar parejas y un ser-cosa-demonio se mueve distanciándolas y provocando que intenten formar de nuevo otras parejas sin distinción de orientación sexual. Ésto se repite como en un canon; una sucesión de posibilidades que no fructifica hasta que se consiguen formar tres parejas, todas heteros y la cosa demoníaca no puede hacer nada por impedirlo.

La obra está llena de falsos finales que te conducen a una apoteósis del aturdimiento y de redundantes golpes de efecto como  la simulación de accidentes de tráfico una y otra vez con sonido demostrativo de frenada y choque.

Al final los músicos que han bajado del podium se acercan con el bombo y dos guitarras, la narradora se coloca de nuevo el micro que había dejado para corretear y recita la última parte. Cuando la poesía solo está en el texto el espectáculo se vuelve ilustrativo. El afán "provo" y demoledor le resta intensidad narrativa. Nada que ver con Peeping Tom fiel a la poética discursiva de la danza y poco dado a expresionismos gratuitos. (Crítica y vídeos de Peeping Tom)


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