miércoles, 27 de enero de 2010

CERRAR ABRIENDO

Crítica de música/ Pedro Barrientos

7º Concierto del 16º Ciclo de Música Contemporánea de Málaga





Lugar: Teatro Cánovas, lunes 25 de enero de 2010

SPANISH BRASS
LUUR METALLS

Obras y Compositores :

El vuelo del viento………Antón García Abril
Septeto para cinco……….Jesús Villa Rojo
Detrás de los árboles…….Tomás Marco
Caballeros andantes……...José Vicente Egea
Collage…………………...Vicente Roncero
La escalera de Jacob……..Pilar Jurado
Phoenix…………………..Zulema de la Cruz


La crítica.

Muy oportuno leer el programa de mano del 7º Concierto del 16º Ciclo de Música Contemporánea de Málaga donde el compositor Antón García Abril se expresa de la siguiente manera : “La creación en si es un misterio, al menos mi forma de verla. Por eso estudio rigurosamente cada paso que quiero dar. Es la propia obra la que me conduce, imponiendo sus propias exigencias”. Acertadas pistas para desovillar madejas.

Sentados cómodamente nos dispusimos a escuchar la primera obra del programa “El vuelo del viento”, de García Abril. Nos mantuvimos expectantes, ya que el título de la obra, de por si, avalaba ciertas decisiones que caracterizan a los artistas soñadores, aval que en el arte es imprescindible. El mismo García Abril “se remanga los puños” al expresar sus propios comentarios sobre esta obra, aludiendo a “relaciones sensibles” entre la poesía y el aire que emana impulsado por el corazón de los intérpretes, otorgando vida al corazón de los instrumentos.

Viento impulsor. A veces se vuela para tocar el cielo, pero el firmamento no se deja acariciar por todos. Intermitentemente arisco.

Primera ráfaga donde el sonido generado por los Spanish Brass Luur Metalls despliega un retal de terciopelo en nuestros oídos, disculpen por tanta melaza, pero no desdeñemos los sabores dulces de nuestros sentidos, sirven para equilibrar el antagonismo a veces tan agrio. Los golosos nos caracterizamos por sublimar la gula. Poco se puede escuchar a un grupo de viento-metal que aporte un sonido tan envolvente y pulido, son realmente extraordinarios intérpretes. De agradecer son los comentarios previos a cada interpretación; ofrecía humanidad a algo tan natural como un concierto de música contemporánea.

La obra de Jesús Villa Rojo “Septeto para cinco” responde, según su autor, a una reelaboración del concepto instrumental del septeto, aplicado a un grupo de cinco intérpretes con las capacidades superdotadas del Spanish Brass. Villa Rojo extrae algo de la música que pocos logran . Esta apreciación quiere emparentar un sentido formal de la construcción con la intuición, y esto no se define por parámetros mensurables. Mozart o Haendel también lo aportaban. La obra rebosa vida, que emana de un artífice brillante como su propia cara delata.

Mas interés suscitado cuando leímos el titulo de la siguiente obra de Tomas Marco Aragón “Detrás de los árboles” y el posterior comentario del autor : “Una obra de arte no tiene mejor comentario que otra obra de arte. Aunque sea un arte distinto”. Empezamos a ser conscientes de que fue premeditado el unir a los tres primeros compositores de las obras de la primera mitad del concierto, como aglutinante de unas formas que hacen historia merecidamente. Ellos, ya están insertos dentro del nutrido grupo que tiende la mano a cierta dimensión que ayuda a bajar los escalones a estos jeroglíficos con equipaje.

Por no dar paseos sin ton ni son, las obras “Caballeros andantes” de José Vicente Egea y “Collage” de Vicente Roncero sirvieron de interludio a las manifestaciones contrastantes de lo que sonó después. El concierto estuvo dividido en tres cámaras cerradas.

Creo que “La escalera de Jacob” de la compositora y cantante Pilar Jurado abrió una brecha en algún componente del público. Escuché en algún asiento de atrás ¡Que cara!

Ejemplo vivo que corrobora alguna de las apreciaciones que hice en mi primera entrega “Todo correcto y...” Esta reacción ingrata demuestra el estado de algunas cosas y pone a Pilar Jurado en un punto de partida prometedor. El lenguaje de Pilar toca en carne viva. Nadie podría negar el poder de su afilado corte. Para tranquilidad de los heridos, diremos que su hoja ha sido desinfectada por años de trabajo y kilos de sinceridad y generosidad. Bien es verdad, como siempre, que los damnificados son siempre los mismos. No se preocupen que sanará.

“Phoenix” de Zulema de la Cruz con soporte de grabación electroacústica, marcaba un ritmo frenético consonante con el sentido alegórico de su doble significado: constelación del hemisferio sur y ave mítica que resurge de sus cenizas. Fuerzas de la naturaleza y fuerzas de la vida.

Este universo inexplorado a penas deja extraer del aire una sola mota de polvo; más aún, diría que nos queda cegarnos con los vientos arenosos del desierto.

Ante tal perspectiva, una reflexión superficial que quizás no venga a cuento pero la haré. Es referente a esta última tendencia ibérica que se entretiene en poner sexo a la música o en denominar “música de mujeres”. Mala costumbre puramente política que pone límite a la longitud de las alas y que no tiene nada que ver con la lluvia de ideas, yo pienso que viajamos con el mismo boleto. Mujer y hombre conforman la viga que soporta el pensamiento, eso es lo que digo y vamos a dejarnos de divagaciones.

En medio se abren abismos que nos tambalean, audaces somos.

Por de pronto, la soledad del creador alivia la soledad de mi yo espectador.



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